La mayoría
de las organizaciones piramidales, o verticales – autoritarias, presentan una
cultura caracterizada, en forma más o menos intensa, por un mito de origen rígido, definido de una
vez para siempre, una relación con el
entorno dominante o dominada pero siempre dificultada por el
ensimismamiento y los conflictos internos, un criterio de realidad y verdad basado en la jerarquía formal de
mando, una vivencia simbólica del
espacio como diferenciación jerárquica entre personas y grupos, una vivencia del tiempo centrada en el
presente, o mejor dicho, en la atención a las cotidianas dificultades para
lograr los objetivos, una visión de la
naturaleza humana como básicamente mala, a la que hay que vigilar y
castigar, y una visión de las
relaciones humanas como esencialmente jerárquicas, de mando y
obediencia.
En un
proceso de Calidad Total, desde esa situación hay que evolucionar hacia una
cultura organizacional caracterizada por un mito de origen fuertemente integrador y vivido como desafío y
emulación hacia el futuro, una relación
con el entorno de tipo simbiótica, un criterio de realidad y verdad basado en el consenso, una visión del espacio físico como no jerárquico,
una visión del tiempo multidimensional
(pasado, presente y futuro), una visión
neutra y perfectible de la naturaleza humana y una visión de las relaciones humanas como
colaterales, de coordinación y de liderazgo.
Para
propiciar estos cambios culturales, lo primero que hay que plantear es la
necesidad ineludible de un fuerte liderazgo por parte de la Dirección. Si la
Dirección no se pone al frente del proceso, si no lidera ni da el ejemplo, no
hay cambio cultural posible, ni tampoco un proceso real de Calidad Total que
perdure a través del tiempo.
La
Dirección no solo debe tomar la decisión de llevar adelante un proceso de
mejora continua sino que debe ponerse al frente del mismo y participar
activamente de las actividades que se generen por ese motivo.
Esto suele
significar, al comienzo del proceso, que la Dirección debe dedicar al menos un
20% de su tiempo de gestión al tema Calidad Total, y conferirle prioridad de
tratamiento en todas sus reuniones de trabajo.
Otro
elemento que ayuda a propiciar el cambio cultural son las actividades de
concientización y capacitación que se ponen en marcha para analizar la propia
cultura empresarial y formar al personal en los nuevos principios y técnicas de
la Calidad Total: cursos de introducción al tema, de capacitación en técnicas
de trabajo en equipo y resolución de problemas, de formación de facilitadores,
etc. Pero hay que tener cuidado, porque este elemento, por sí sólo no basta: la
capacitación promueve inquietudes de participación e iniciativas, de modo que
si el personal, cuando retorna a sus labores, no encuentra el cauce apropiado
para canalizarlas, la reacción puede ser muy negativa y echar a perder todo el
esfuerzo hecho.
De modo
que hay que poner en marcha los mecanismos de la gestión participativa, de los
que hablamos al principio: el trabajo en equipo, bajo la forma de Círculos de
Calidad y de Equipos Especiales de Medidas Correctivas, el reconocimiento
(moral, social y material), la capacitación sistemática y la comunicación
bidireccional. De ese modo se consolidarán los resultados prácticos de los
esfuerzos de mejoramiento y al mismo tiempo se irán logrando los cambios
necesarios en los hábitos y procedimientos de la organización, y en definitiva
de su cultura, en esos aspectos instrumentales, que no afectan la identidad ni
la pertenencia.
Coincido con ustedes compañeros, ya que, si no existe un buen liderazgo en la organización nunca se podrá logar la calidad total dentro de la misma, ya que, un buen líder lleva a la organización a lograr sus objetivos a un plazo de tiempo específico.
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